Arbor: Ciencia, Pensamiento y Cultura (May 2002)

Algunas reflexiones sobre Gaia, evolución y cultura

  • Antonio Pou Royo

DOI
https://doi.org/10.3989/arbor.2002.i677.1072
Journal volume & issue
Vol. 172, no. 677
pp. 127 – 134

Abstract

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Durante los viajes que James Lovelock realizó por todo el mundo, rastreando el DDT y otros componentes traza con su invento del detector de captura de electrones, le llamó la atención la interconectividad química de toda la atmósfera con los seres vivos y su gran estabilidad, lo que le llevó a la concepción de una nueva teoría, la hipótesis Gaia, que él define como «Una nueva visión de las interacciones entre las partes vivas e inorgánicas del planeta. De ahí ha surgido la hipótesis, el modelo, en el cual la materia viva, el aire, los océanos y la superficie terrestre forman un sistema complejo que puede ser visto como un único organismo y que tiene la capacidad de mantener nuestro planeta como un lugar apto para la vida». Lyn Margulis, la conocida bióloga, dotó a la hipótesis de una base científica que la dio credibilidad, pero en mi parecer el éxito de la teoría entre el gran público radica más en la elección del nombre «Gaia», la antigua madre-diosa griega, y su posible connotación religiosa, que no en su aportación científica. El mismo Lovelock da pie a esa interpretación cuando afirma «... para mí, Gaia es un concepto religioso y científico a la vez, y es manejable en ambas esferas», aunque en otros momentos ha intentado matizar «De ningún modo veo a Gaia como un ser consciente, un Dios alternativo. Para mí Gaia está viva y es parte del universo inefable y yo soy una parte de ella». Desde el mundo científico se acepta mal esa ambivalencia y todavía hay quienes arquean las cejas al oír hablar de Gaia. Sin embargo la hipótesis ha facilitado un nuevo marco de referencia en el que ahora caben perspectivas más amplias e interesantes, como la simbiogénesis que propone Margulis. En el continuo debate sobre la evolución, y desde el punto de vista de su éxito social, es casi inevitable tratar de comparar Gaia con el evolucionismo de Darwin, aunque Lovelock se declara cien por cien darwinista y afirma que su hipótesis no lo reemplaza, sino que meramente lo extiende. Darwin suministró a la sociedad de su época argumentos que encajaban perfectamente con el discurso social al uso y que dieron justificación a las políticas de su nación. Lovelock ha proporcionado una nueva vía de pensamiento a la juventud inconformista de los años setenta de los países desarrollados, pero es dudoso que su impacto sea tan profundo y duradero como han sido las ideas darwinistas. En un ambiente de globalización como el actual, en el que la información es un bien al alcance de muchos, parecería llegado el momento de tratar de acometer, de nuevo, una amplia reflexión sobre el tema de la evolución, sin pre-juicios, sin pre-concepciones, teniendo en cuenta la base conceptual que proporcionaría el análisis del conocimiento socio-científico- cultural que tenían las civilizaciones del pasado, junto con el que existe en el conjunto de las civilizaciones del mundo de hoy; sin confundir las ideas que del mundo se hace la civilización occidental con la realidad misma, o con la única posibilidad que tiene el ser humano de conocer. Para ello es imprescindible hacerse previamente una idea de la magnitud de lo que estamos discutiendo y de nuestras capacidades como seres, en este estadio evolutivo.