Medicina (Mar 2003)
Discurso de recepción en la posesión del Académico Dr. Humberto Roselli Quijano.
Abstract
<p>COMO MIEMBRO HONORARIO DE LA ACADEMIA NACIONAL DE MEDICINA DE COLOMBIA.</p><p>Hace ya muchos años, por allá en 1948, tuve el privilegio de conocer a Humberto Rosselli cuando llegó a trabajar en el Asilo de Locas, localizado en la vieja casa de la calle sa entre carreras 11 y 14, antaño denominada curiosamente "La Quinta de ninguna parte", nombre que tal vez en tiempos pasados no hubiera sido del todo inadecuado para una institución donde otrora reinaban la desolación y la desesperanza. </p><p>A la sazón el Asilo estaba dirigido por Edmundo Rico, quien continuando la labor de Maximiliana Rueda y de Julio Manrique había renovado por completo la atención de los pacientes al mejorar todos los servicios y al abrir nuevos, tales como los de urología, neurología, ginecología y sobre todo, al haber vigorizado la enseñanza de la psiquiatría con sus vastos conocimientos y con su capacidad docente sin par. Señalo estos detalles porque fue este ambiente de ciencia y humanismo, semillero de muchos médicos y psiquiatras que han honrado la medicina, donde precisamente entró Humberto y donde, sin duda, afirmó su pasión por la psiquiatría. Fue allí donde se produjo el arranque de una carrera ininterrumpida de servicio, de investigación y de estudio, como médico, como impulsador de la psiquiatría, como profesor, como historiador y como ensayista. Me haría interminable si describiera toda su actividad y sus brillantes resultados.</p>