Pangeas (Jul 2022)

En un lugar de La Mancha, cantó la primavera

  • Laura Diaz Macía

DOI
https://doi.org/10.14198/PANGEAS.21445
Journal volume & issue
no. 4
pp. 81 – 88

Abstract

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A causa de la pandemia mundial Covid-19, el confinamiento domiciliario fue obligatorio en numerosos países. La gente se encerró en sus casas sin poder salir a la calle. Como una ventana indiscreta al mundo, el único entretenimiento residió en mirar hacia fuera desde los balcones. La sociedad contempló ese lado olvidado de la vida cuyo flujo de tiempo aún transcurría ajeno a la inactividad humana: la naturaleza. Durante los meses de aislamiento, el paisaje se cambió de vestido. Muchos animales se atrevieron a entrar sin miedo en las ciudades apenas concurridas de tráfico o peatones, algunas especies a priori amenazadas por el cambio climático se multiplicaron en número, la flora inundó parajes hasta entonces yermos, el porcentaje de dióxido de carbono se redujo a cifras inimaginables… Por este motivo, muchas personas sensibles a esta transformación comenzaron a escribir textos donde se reflexionaba sobre el escenario campestre. El ámbito de la ecocrítica se vio súbitamente desbordada por una marea de nuevos escritos que narraban cómo el entorno autóctono había evolucionado a raíz de la inactividad de la huella humana. En este artículo se exhibe una serie de reflexiones literarias originarias de tres pueblos de la zona de Albacete (Castilla-La Mancha). En esas narraciones se habla sobre el paisaje rural, a veces olvidado por nuestros políticos. Sin embargo, la belleza de sus aldeanos, sus parajes y sus tradiciones, nos hacen rememorar las costumbres de nuestros antepasados. En este artículo, las localidades de Liétor, Tobarra, Casas de Lázaro nos demuestran cómo la España vaciada no está tan deshabitada como se cree. Porque en algunos lugares de La Mancha, la primavera todavía canta.

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