Medicina (Dec 1995)

Drogas Psicoactivas y Violencia Violencia, Sociedad y Salud. Foro del 25 de Mayo

  • Harold Sandoval Bernal

Journal volume & issue
Vol. 17, no. 3
pp. 40 – 55

Abstract

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<p>Se ha asumido con carácter de axioma y como producto de la percepción simplista que hasta hace poco prevaleció, una inseparable relación de causa efecto entre el consumo de drogas psicoactivas y la generación de violencia, habiendo reducido el análisis de esos dos fenómenos y desconocido la compleja naturaleza que les es propia. De igual forma, al aludir a las repercusiones de la adicción, opera en el imaginario colectivo una asociación casi automática con la violencia que genera la actividad del narcotráfico.</p><p>Si bien existen nexos que vinculan esos fenómenos, es preciso aproximamos a un análisis menos apriorístico y más riguroso.</p><p>Al superar la perspectiva unidimensional con la cual se abordó por largo tiempo la problemática de las drogas, para dar paso a una concepción holística que la asume de manera integral, como un fenómeno polimorfo que es más síntoma que origen de los grandes conflictos que agobian al hombre contemporáneo, es preciso atender y conjurar las verdaderas causas que conducen a la drogadicción y las que sirven, por su parte, de origen o incitan a la violencia.</p><p>El inusitado incremento del consumo de estupefacientes en sociedades altamente industrializadas, en las que se ha logrado superar la polarización social y la extrema pobreza, con una significativa realización del hoy revaluado Estado del Bienestar, pone de manifiesto, sin embargo, la honda crisis de valores, la desarticulación de los lazos afectivos y en general el extrañamiento del individuo frente a una sociedad que lo cosifica, inhibiendo el despliegue de sus mejores potencialidades.</p><p>Se trata entonces de una sentida crisis de la cultura, un intrincado momento histórico en el que si bien la tecnología ha ido liberando las manos del hombre, permitiéndole mejorar su nivel de vida material en relación con épocas precedentes, le ha conducido, por otra parte, a concentrar la energía que antes canalizaba en el trabajo físico y que hoy represa en esos laberintos de concreto en los que se han convertido las megalópolis de nuestro tiempo, verdaderos centros de hacinamiento y soledad, que no ofrecen reales alternativas e idóneas válvulas de escape a su tensión.</p><p>Si la cultura del éxito y la eficiencia, improntas del nuevo orden mundial, sirve de acicate al acuciante fenómeno del consumo, en el mundo subdesarrollado las extremas condiciones de pobreza, el agudo desempleo, la escasa movilidad social y la débil presencia institucional, exacerban generalmente la violencia en el orden familiar, en el ámbito de la educación, en el espacio laboral y en el universo social y son causa, también, de una creciente demanda de drogas, sean éstas ilícitas o socialmente aceptadas.</p><p>Conviene abordar la fenomenología de las drogas, no como un contaminante exógeno que invade súbitamente el tejido social y corroe las entrañas de la civilización, porque ello sería asumir que la droga es el problema que genera el consumo, con lo cual se estaría desconociendo la grave crisis estructural que amenaza al individuo y lo insta a buscar evasores o atajos, para distanciarse o adaptarse a una realidad que no comprende porque le es ajena, constreñido como está por el frenesí del consumismo, la avidez compulsiva por el poder y el éxito, cuando no a tratar simplemente de sobrevivir en una sociedad que bloquea la espiral, por la que circulan los individuos, en la necesaria dinámica de la movilidad social.</p><p>El verdadero problema es la relación asimétrica del hombre y su entorno, la inconexidad entre sus expectativas y las posibilidades reales que su medio cultural le ofrece, la desarticulación de los lazos afectivos que lo vinculan con la especie.</p><p>Un predicamento similar puede aplicarse a la etiología de la violencia. A ésta se le ha percibido a lo largo de la historia, como simple manifestación de instintos aún no domeñados por la civilización. Al hombre violento y a la violencia en general, nos hemos limitado en situarlos como antítesis del modelo del bien, dejando de lado las complejas causas que activan o exasperan nuestras tendencias agresoras.</p><p>La violencia está presente en nuestra condición natural, como de igual forma se hallan en el sustrato humano tendencias opuestas que la sopesan y que son finalmente las que se deben fortalecer, a través de procesos de humanización y solidaridad...</p>

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