Revista Teknokultura (Dec 2011)

‘Manchester calling’ ¿Por qué? «Manchester calling» For what?

  • Ian Parker

Journal volume & issue
Vol. 8, no. 2
pp. 213 – 215

Abstract

Read online

El “barrio norte” de Manchester, una zona objetivo de rehabilitación –hoteles baratos, clubs, viejos negocios textiles y modernos cafés– se convirtió aquel martes por la tarde en una tienda que cerraba sus puertas apresuradamente. A última hora de la tarde circulaban rumores de que en Salford, a escasa distancia de allí, se había armado. Los dueños de los restaurantes no estaban para correr ningún riesgo. Nos refugiamos en un libanés de una bocacalle de Oldham Street mientras los niños marchaban en bici a echar un vistazo un par de edificios hacia el sur; venían de tanto en cuando a dar el parte sobre los acontecimientos, del parque de Piccadilly. Podíamos ver algún que otro destello azul, personas que pasaban corriendo de un callejón a otro, relatos de piedras lanzadas; todo transcurría en medio de un silencio cada vez más tenso, expectante, inusual. Los tranvías y autobuses habían dejado de funcionar a media tarde, las autoridades pidieron que los locales de conciertos cerraran pronto, de modo que a esas horas el ambiente era distinto a otros días. Los trabajadores y clientes del centro de la ciudad empezaban a marcharse, inquietos por cómo volver a sus casas, algunos bajaban al centro para ver qué pasaba, y pequeños grupos de jóvenes permanecían en las esquinas sin lugar al que ir. Todos parecían sospechosos, todos se miraban, todos se habían convertido en objeto de sospecha; se iniciaba el proceso de separación, de división entre unos y otros, que no dejaba espacio a la solidaridad; un escenario de desorganización e incertidumbre sobre lo estaba por venirManchester’s ‘northern quarter’, an area targeted for regeneration – cheap hostels, clubs, old textile businesses and new cafe bars – was, on the Tuesday evening, rapidly shutting up shop. There had been rumours from late afternoon that Salford about a mile away had seen trouble, and restaurant owners round here were taking no chances. We took refuge in a Lebanese place off Oldham Street while the kids set off on their bikes to see what was happening a block or two south and reported back from time to time on events in Piccadilly gardens. An occasional flash of blue light, people sprinting from one alleyway to the other, stories of stones thrown, and all this in a growing atmosphere of tense, expectant, unusual silence. The trams and bus system closed down by mid-evening, music venues were told by the authorities to stop early, so by now there was a different mix; city centre workers and customers were moving out, anxious about how to get home, some locals were working their way down to the centre to see what was what, and small huddles of youth hung around the corners with nowhere to go. Everyone looked suspicious, looking suspiciously at each other, made objects of suspicion, and already separation was at work, division of each from the other, and no place in this for solidarity, just disorganisation and uncertainty about what would happen next.