Nuevas de Indias (Dec 2021)

Pasiones compensadas, vicios públicos e imágenes disruptivas en el recibimiento de un virrey

  • Esperanza López Parada

DOI
https://doi.org/10.5565/rev/nueind.84
Journal volume & issue
Vol. 6

Abstract

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En 1716 se nombra como virrey del Perú al arzobispo Diego Morcillo, al cual la ciudad de Potosí rendirá un homenaje de tres días al pasar por ella, durante el viaje que emprende de Charcas a Lima para tomar posesión de su cargo. Repasando las principales fuentes de la entrada del virrey en dicha ciudad -el gran cuadro del pintor boliviano Melchor Pérez de Holguín que custodia el Museo de América de Madrid; la relación escrita por Juan de la Torre, el artífice de las loas y decorados del recibimiento; y la crónica de Bartolomé Arzans de Ursúa y Vela en su Historia de la Villa Imperial- sorprende la inserción de datos contradictorios y alusiones veladas a la suerte del virrey -que solo lo fue durante apenas 50 días-, al juego de pasiones enfrentadas durante las fiestas de recepción -codicia vs. soberbia, vicios públicos vs. vicios privados- pero, sobre todo, al “gravísimo daño” a la cohesión comunitaria de la ciudad y sus habitantes que el nombramiento del ambicioso obispo desencadena. La emblemática y las metáforas desplegadas parece contar “otra historia” que no concuerda con la exaltación de la corona imperial a la que las ceremonias de recepción de virreyes se destinaban. Al contrario, Faetón, Ícaro, el coloso de Rodas, la muerte misma que todo lo iguala, figurados en los tapices que cuelgan a modo de emblemas disuasorios, pretenden recordarle al virrey que la soberbia es un arte vacío si no lucha en la prosperidad común.

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