Revista Iberoamericana de Educación (Mar 2008)
Las experiencias de los niños deben ser valoradas e incorporadas al aprendizaje
Abstract
Las escuelas, generalmente, cuentan con libros de textos y libros de lectura, en algunos casos con bibliotecas escolares. Lo normal es que esos libros no sean utilizados para la adquisición de la habilidad de la lectura, pero tampoco para la adquisición de información. ¿Cuál es el motivo? Son libros con temas nada interesantes para los niños y niñas del medio rural, en el caso de los niños andinos del Perú. Además de que, para esos contextos, están escritos en una lengua ajena a la que manejan los niños y las niñas. Aprender a leer y escribir en cualquier idioma, en Los Andes, siempre fue difícil, a eso se debe en gran medida la repitencia de los niños y niñas en los primeros grados. Además, éstos recién se están apoderando del proceso de alfabetización luego de 4 ó 5 años de escolaridad. Frente a tales fracasos, e intentando buscar diferentes respuestas a estos problemas, es que proponemos una estrategia para producir textos, sea en forma colectiva o individual, pero textos que inviten a ser leídos. “Misichay” o “Mi gatito” es un ejemplo de estos intentos. Mediante la expresión oral se producen textos, los mismos que son coescritos por el docente o por otro alumno, finalmente éstos son leídos por ellos mismos o por otros lectores. Estos mismos textos, cada vez pueden ser mejorados o ampliados con la inclusión de más argumentos o con la inclusión de más actores. Eso sí, en un principio los temas tienen que ser del amplio dominio de los niños y niñas y, por supuesto, tienen que ser escritos en la lengua que los niños y las niñas dominan oralmente. Con la utilización de esta estrategia se benefician todas las competencias y capacidades del área de comunicación integral. Entran en desarrollo las habilidades lingüísticas de escuchar, hablar, leer, escribir e inclusive pensar.