Revista de la Facultad de Medicina (Apr 1995)
Violencia, autoridad y poder
Abstract
La estructura social, las experiencias particulares y las nociones culturales se retroalimentan para dibujar un mundo social impredecible y eventualmente hostil, que se vive con desconfianza, nerviosismo y tristeza. La tensión que esto implica, puede desembocaren violencias múltiples, difusas o extremas. La violencia es identificada en forma clara por las personas e implica sufrimiento para quienes la han vivido. Existe un hilo conductor entre el aprendizaje sobre la autoridad y las expresiones violentas en el hogar y las experiencias de violencia en la calle. Hay una desconfianza evidente en las figuras de poder y las instituciones que representan la autoridad, producto de ese aprendizaje, lo cual favorece las acciones y contra-acciones violentas como manera de prevenirse frente a la incertidumbre y la indefensión. La agresión, el maltrato y la violencia no pueden ser analizadas e interpretadas exclusivamente a partir de sus manifestaciones extremas como la guerrilla, la delincuencia y el narcotráfico y debe ser enfrentada desde los aprendizajes tempranos. Hay un cambio generacional en la actitud de las personas para solucionar los conflictos en el hogar, que se evidencia en el hecho de que los más jóvenes consideren el dialogo como una salida esperanzadora. Esta actitud positiva podría fomentarse a partir de programas específicos dirigidos a los diferentes estamentos de la sociedad. Dado el aislamiento relativo de los entrevistados, los medios de comunicación, y en especial la televisión, juegan un papel importante en la construcción de modelos de representación de la violencia. Nada es más realista que la realidad corregida subrayada por la dramatización polarizadora, la realidad simplificada y trivializada para hacerla fácilmente comprensible. Por lo tanto, es importante llamar la atención a los medios para que modifiquen esta tríada sintomática en la presentación de la noticia. Se precisa fomentar programas específicos dirigidos a la protección contra el maltrato y la violencia sobre los niños y las personas mayores de 50 años.