Medicina (Dec 2006)
Bioética Médica o Sanitaria.
Abstract
En el campo de las ciencias médicas, la Bioética trajo consigo una serie de conceptos y principiosde indudable trascendencia, tanta que se estableció una ruptura con muchas de las normas y costumbres que hasta entonces habían prevalecido. Para poder juzgar y entender la magnitud y alcances de esa revolución es necesario conocer dónde y cuándo se originó, como también precisar los efectos producidosen el ejercicio de las disciplinas sanitarias. En 1991, el profesor David Rothman, de la Universidad de Columbia, describió a la Bioética como “un movimiento”, para significar que se trató de un remezón impartido a un cuerpo inerte1. Sin duda, ese remezón impartido lo recibió la ética médica tradicional o hipocrática, que se había mantenido estancada durante veinticinco siglos. En su libro “Strangers at the bedside”, Rothman relata un hecho insólito, que a su juicio inició el movimiento que vendría a conmocionar a la ética hipocrática: en la década de los años 60, en la ciudad de Seattle (Estado de Washington), fue dado al servicio público un programa de hemodiálisis para pacientes con insuficiencia renal crónica, gracias al invento de la cánula y el “shunt” arteriovenoso, introducidos por Belding Scribner en 1961. Ante la inusitada demanda del servicio –que superaba en mucho la posibilidad de complacerla-, y la inmensa responsabilidad que para los médicos significaba asignar prioridades, se encontró pertinente pedir la colaboración de un pequeño y anónimo grupo de personas no médicas, para que fueran ellas quienes revisaran las historias clínicas de los pacientes inscritos y señalaran cuáles serían los llamados a recibir los beneficios de esa nueva tecnología salvadora. Con esta intromisión pedida, los mismos médicos delegaban en particulares una decisión que hasta entonces había sido exclusivo patrimonio suyo y se abrían las compuertas para dar paso a la modalidad de ejercicio gerenciado, programado y fiscalizado por extraños. Tal hecho trascendió a la prensa y el magazine “Life” del New York Times lo recogió en su edición del 9 de noviembre de 1962 con el título de “Ellos deciden quiénes viven y quiénes mueren”2.En concepto de Albert Jonson, profesor de Historia de la Medicina y de Ética en la Escuela de Medicina de la Universidad de Washington, tal evento puede considerarse como un mojón importante en los orígenes de la Bioética Médica. Aún más, para él, ese fue el día de su nacimiento3. Si nos atenemos a lo afi rmado por Rothman y por Jonsen, la Bioética Médica propiamente dicha nació casi una década antes de que Potter pusiera en circu lación el término “Bioética” con su libro “Bioethics, bridge to the future”, que, como bien se sabe, apareció en 1971. Además del anterior, hay otros dos hechos que Jonsen también considera hitos históricos en el origen y desarrollo de la Bioética Médica. El primero de ellos es el trasplante cardiaco llevado a cabo por Christian Barnard en 1967, que dio inicio al estudio de las implicaciones filosóficas, éticas, religiosas y científicas de los trasplantes en seres humanos4. El segundo es el artículo “Ética e investigación clínica” aparecido en el New England Journal of Medicine (31 de marzo de 1976), escrito por Henry Beecher, profesor de Anestesia en la Escuela de Medicina de Harvard, donde denunció la falta de ética de 22 estudios de investigación médica aparecidos en importantes revistas, poniendo con ello de presente la necesidad de establecer instancias que vigilaran a los investigadores biomédicos. Conviene, también, tomar nota acerca de otros acontecimientos que sirvieron para ambientar mejor el remezón que se avecinaba. Promediando el siglo veinte, el escritor y humanista francés Georges Duhamel llamó la atención sobre la pretensión de los tribunales de justicia de intervenir en los asuntos del enfermo y del médico, y se preguntaba por qué el cuerpo médico no asumía una actitud de protesta5. Es probable que Duha mel ignorara que desde 1905 en los Estados Uni dos de Norteamérica –con el sonado caso Pratt versus Davis6– venía abriéndose paso la figura del “consentimiento informado”, que encontró perfecto acomodo en la nueva ética médica, gracias al consagrado principio de autonomía, y dio inicio a la judicialización del ejercicio profesional. Adicionalmente, en 1954 el teólogo Joseph Fletcher había analizado en su libro “Morals and Medicine” algunos conflictos de carácter ético, como el aborto y la eutanasia, asignándole al paciente derechos negados hasta entonces. Como hechos prácticos, que incidieron también en el desarrollo de la Bioética Médica, debo adicionar los siguientes: el descubrimiento y empleo de la píldora anticonceptiva en los inicios de los sesenta8; lo sucedido a la joven Karen Ann Quinlan en 1975, cuyo caso llegó a decisión de la Suprema Corte de New Jersey, para que fallara sobre el manejo ético-médico de los pacientes en “estado vegetativo” y, en general, en los estados terminales; finalmente, el nacimiento de Louise Brown en 1978, producto de la fertilización extracorpórea9, y que fue interpretado por los sectores religiosos como una intromisión abusiva de los científicos en el proceso de la reproducción humana. Explicable que se ahondara la preocupación de los teólogos católicos, a tal punto que se originara en Ciudad del Vaticano un documento contentivo de los puntos de vista de la Congregación para la Defensa de la Doctrina de la Fe sobre la intervención o manipulación de la vida del ser humano en sus fases iniciales. En dicho documento se advierte que “ningún biólogo o médico puede pretenderrazonablemente decidir el origen y destino de los hombres, en nombre de su competencia científica”10. Sin duda, esta admonición se compaginaba con el propósito de fondo de la Bioética: hermanar las ciencias y las humanidades. Es innegable que, en virtud de la interdisciplinaridad que desde un principio caracterizó a la Bioética, la Iglesia católica asumió un papel preponderante en el desarrollo y orientación de la nueva disciplina moral, tal como había ocurrido con la ética médica hipocrática. Por eso, Christian Byk, asesor legal del ministro de Justicia de Francia, pudo afirmar que los pioneros de la Bioética formaban un pequeño grupo de “teólogos moralistas que durante los debates del Concilio Vaticano II, antes y después, desearon implantar una ética de la acción que tomara en cuenta los problemas que percibían en sus lugares de trabajo, es decir, en los hospitales y alrededor de la actividad médica que desarrollaban...