Medicina (Dec 1998)

Discurso de Orden Pronunciado por el Académico Dr. Efraím Otero-Ruiz, durante la posesión del Académico.

  • Victoria Rodriguez

Journal volume & issue
Vol. 20, no. 1
pp. 6 – 9

Abstract

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<p><strong>Dr. José Félix Patiño como Presidente de la Academia Nacional de Medicina.</strong></p><p>Señores Académicos, señoras, señores:</p><p>(Santafé de Bogotá, marzo 19 de 1998)</p><p><br />Como un "Fenómeno del Niño" y con el ímpetu emocional de esas sagas cíclicas que nos recordara<br />vívidamente "Cien Años de Soledad" se repite, a los ocho años, una ceremonia en que dos de sus<br />actores son los mismos, sólo que con orden inverso. Esta vez un hombre salido de las filas académicas, sin otro mérito que su capacidad de reconocimiento y afecto, tiene como honroso encargo pronunciar el discurso de orden en la posesión de José Félix Patiño como Presidente de la Academia Nacional de Medicina para los dos últimos años del milenio, rodeado de una dignísima Junta Directiva y sucediendo a otro hombre de cualidades eximias, que ha dirigido uno de los cuatrienios más ilustres por<br />los que haya pasado la corporación.</p><p>En esa otra época, 1990, fue un académico ya cargado de honores y de merecimientos quien pronunciara gallardamente el discurso de orden durante el acto de mi posesión como Presidente, en el paraninfo de la Academia Colombiana de la Lengua.<br />Denominador común era y sigue siendo el mutuo bagaje de una amistad ininterrumpida de más de<br />cuarenta años, que es el que me lleva a pronunciar estas palabras, cargadas como nunca de admiración, de respeto y de cariño.<br /><br />Porque la nutrida votación que llevó al académico Patiño a salir electo con el 95% de los votos,<br />fenómeno casi nunca antes visto en los anales de nuestra venerable Academia, no es sino la expresión<br />unánime de confianza por un hombre que, ya alcanzada la "edad bíblica" --como él mismo<br />lo dijera en sus vivaces memorias del año pasado- conserva la chispa de su infatigable intelecto,<br />siempre ávido para enseñar y aprender; y mantiene la integridad física y el ánimo del cirujano de<br />cuatro decenios, que algún día quiso convertir a ese especialista en verdadero "biólogo de los tejidos"<br />a su imagen y semejanza, y que no cesa de repetir, con su enseñanza y con su ejemplo, la frase<br />preferida tomada de Alexander Walt, que dice que la medicina y particularmente la cirugía "es la<br />actividad más intensamente moral que pueda ejercer el hombre"...</p>

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