Servicio de Bioquímica Clínica, Hospital Universitario Virgen Macarena; Servicio de Neurología, Hospital Universitario Virgen Macarena, Instituto de Biomedicina de Sevilla, IBIS; Comisión de Neuroquímica y Enfermedades Neurológicas, Sociedad Española de Medicina de Laboratorio (SEQC-ML); Sevilla, España
Irene Alonso-Pérez
Servicio de Pediatría, Neuropediatría, Hospital Universitario Virgen Macarena, Sevilla, España
Alejandro Fuerte-Hortigón
Servicio de Neurología, Hospital Universitario Virgen Macarena, Instituto de Biomedicina de Sevilla, IBIS, Sevilla, España
Ana Domínguez-Mayoral
Servicio de Neurología, Hospital Universitario Virgen Macarena, Sevilla, España; Instituto de Biomedicina de Sevilla, Sevilla, EspañaNeuróloga Coordinadora de la Unidad de Procedimientos y Técnicas de Referencia de Andalucía (UPRA) de Enfermedades Neurovasculares Minoritarias, Hospitales Universitarios Juan Ramón Jiménez de Huelva y Virgen Macarena de Sevilla, Sevilla, España
Teresa Busquier
Servicio de Radiología, Hospital Universitario Virgen Macarena, Sevilla, España
Mónica Rivero
Servicio de Neurocirugía, Hospital Universitario Virgen del Rocío, Sevilla, España
María Luque
Servicio de Pediatría, Neuropediatría, Hospital Universitario Virgen Macarena, Sevilla, España
Flora Sánchez
Servicio de Bioquímica Clínica, Hospital Universitario Virgen Macarena, Sevilla, España
Juan M. Borreguero
Servicio de Bioquímica Clínica, Hospital Universitario Virgen Macarena, Sevilla, España
Joan Montaner
Jefatura de Servicio de Neurología y de CERVCO (Centro de Referencia Nacional de Enfermedades Vasculares Neurológicas y Oculares Raras), Hospital Lariboisière, París, Francia
El ictus en la edad pediátrica es una emergencia neurológica infradiagnosticada. Solo se diagnostican en fase aguda el 48% de estos ictus. Con frecuencia el diagnóstico es tardío. Como consecuencia, los supervivientes van a presentar importantes secuelas motoras, cognitivas o del lenguaje. Ante la presencia de signos de alarma de menos de 24 horas de evolución, debe activarse el «código ictus pediátrico». Este protocolo ya ha sido implantado en algunos centros de la red hospitalaria nacional. La clínica de sospecha en el niño es muy inespecífica. Lo ideal sería disponer de un panel de biomarcadores validado para ayudar al diagnóstico. La encefalopatía hipóxico-isquémica neonatal es la patología neurovascular pediátrica en la que más se han centrado los estudios de biomarcadores. La clasificación del ictus es dependiente de la naturaleza de la lesión cerebral (isquémica o hemorrágica) y de la edad del niño: perinatal (entre la semana 20 de gestación y los 28 días de vida) y posnatal (entre el día 28 y los 15-19 años). Los biomarcadores que presentan mayor potencial se relacionan con el tejido nervioso: proteína S100 de unión al calcio (S100B), enolasa neuronal específica (NSE), proteína ácida fibrilar glial (GFAP), ubiquitina carboxiterminal hidrolasa L1 (UCHL-1) y activina A; con el sistema neurovascular: adrenomedulina (AM); con la inflamación: interleucina-6 (IL-6); y con el estrés oxidativo: F2-isoprostanos. Por otro lado, las pruebas complementarias a posteriori, como los paneles genéticos, van a permitir conocer la etiología del ictus.