Revista Facultad de Ciencias Económicas (Nov 2017)

Los dilemas del contable, una reflexión a la luz de los orígenes medievales de la profesión

  • Ángel David Roncancio García,
  • David Andrés Camargo Mayorga

DOI
https://doi.org/10.18359/rfce.3140
Journal volume & issue
Vol. 26, no. 1

Abstract

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“Siempre cederemos terreno ante el honor. Será para nosotros como un contable público, justo, practico y prudente en el medir. El pesar, el considerar el evaluar y tasar todo o que hagamos, logremos, pensemos y deseemos.” Leon Battista Alberti (1440) [1] Este epígrafe, tomado de la obra Della Famiglia de Leon Battista Alberti (1404-1472) autor renacentista que abordó diversos campos del conocimiento desde las matemáticas, la pintura, la filosofía, las artes y el comercio -como buen florentino renacentista- nos muestra la figura del contable desde las costumbres de la edad media, y mejor aún, nos deja entrever que los problemas derivados de la contabilidad y la sociedad alrededor de ella, si bien han cambiado en muchas cosas, en otras siguen siendo un reflejo tanto de la sociedad, como de las tensiones que genera en esta. La cita de Alberti, muestra que los dilemas de la contabilidad desde su origen “moderno” abordan no sólo el problema de contar, reflejar o interpretar el mundo de los negocios alrededor de nuestras sociedades comerciales, pues tal y como ese reflejo denota en la edad media, existe desconfianza, permanente alerta sobre la actividad del contable, la recurrencia de fraudes, riesgos en los negocios, interpretaciones contradictorias sobre las cifras, y sobre todo la interferencia de una gran variedad de agentes y de sus intereses particulares. Así entonces los problemas contables no pertenecen exclusivamente a un campo propio o único a nivel del conocimiento. En el último siglo la interacción con diversas disciplinas ha hecho necesario que o bien la contabilidad sirva a otras disciplinas o bien que tomó enfoques, métodos y perspectivas de otras ciencias. El fin del mundo medieval entre el s. XXIV y el s. XV ha sido explicado desde diversas perspectivas en las ciencias sociales. el enfoque historicista más interesante sobre el desarrollo y expansión de las técnicas de medición y cuantificación en occidente es el de Crosby (1998), quien plantea que la ventaja del mundo europeo occidental al final de la edad media radica en particular no en la ciencia y tecnología de la cual eran herederos, sino la utilización de hábitos de pensamiento que en su momento les permitieron avanzar rápidamente en ciencia y tecnología, y que en particular les dieron habilidades administrativas, comerciales, industriales, navales e incluso militares que fueron decisivamente importantes en la expansión de la Europa mercantil. Es precisamente en la baja edad media entre el siglo XIII y el siglo XIV que aparece un nuevo modelo de realidad, un modelo basado en la cuantificación y la medición de la realidad circundante. Este modelo de realidad cuantificadora abarcó todas las disciplinas que en ese momento se estaban desarrollando desde las artes como la pintura, la música, la escultura, la arquitectura, e incluso el desarrollo de las nuevas técnicas comerciales y de la medición de las transacciones. En otras palabras, la aparición de la contabilidad moderna que permite la cuantificación y control de los negocios. Los banqueros del final de la edad media y los empresarios que administraban las nuevas sociedades comerciales como las sociedades anónimas, en comandita ilimitadas que aparecen en la ciudades italianas como Venecia, Génova y Florencia permitieron a algunas familias amasan enormes riquezas y controlar enormes torrentes de flujos de dinero recién adquiridos por medio del comercio de las especias a través de la rutas comerciales a Asia y posteriormente a América. Las pugnas políticas, económicas y territoriales entre las grandes familias y reinos del feudalismo llevan a una considerable expansión en busca de nuevos focos de riqueza, esto explica en parte la aparición de instituciones comerciales -banca, créditos, empréstitos, teneduría de libros, gremios especializados, entre otros- y también de la aparición de técnicas y tecnologías que jalonan distintas disciplinas que anteriormente no existían, entre estas técnicas tenemos la aparición la contabilidad por partida doble o contabilidad “a la veneciana” que desde algunos enfoques históricos es nada más y ni nada menos que el lenguaje con el cual se desarrolla el capitalismo comercial del cual somos herederos en la actualidad. Hacia 1494, y tras la reciente invención de la imprenta por Gutenberg aparece una de las obras más relevantes en el origen de la contabilidad moderna que es la Summa Arithmética, geometría, proportioni et proportionalita de fray Luca Pacioli, quien traslada, recomienda y difunde de manera un poco académica pero en lenguaje popular entre los comerciantes (el italiano romance y no en latín) una práctica ya frecuente entre los comerciantes venecianos, el uso de la partida doble, la aplicación de los números indoarábigos que no llevan más de 200 años en Europa, y técnicas de registro y control de las transacciones entre estas sociedades comerciales emergentes. Pero aparte de resaltar las ventajas y beneficios de estas técnicas de cuantificación, Pacioli también resalta que la actividad del contable está sumergida en medio de muchas tensiones derivadas de los intereses de diversos agentes económicos. “Es conveniente, por tanto, primeramente presuponer e imaginar que cada comerciante (operante) es movido por un fin, y que para aquello debidamente conseguir, habrá de poner todo su esfuerzo, ya que la finalidad de cualquier comerciante (traficantes) en la de obtener lícita y competente ganancia para su sustentación. Y luego, que siempre debe sus negocios comenzar en el nombre de Dios, y el principio de cualquier escritura (teneduría) su santo nombre tener en mente y para ello, lo primero que ser diligentemente inventario, de modo que siempre escriban un folio en un libro parte todo lo que tienen el mundo en muebles e inmuebles comenzando por las cosas de más valor y que son más fáciles de perderse, como son el dinero contante” (Pacioli; 1523)[2]. Como vemos en esta cita del texto más famoso de la contabilidad, el que un comerciante llevara correctamente los libros le salvaba de un caos o una torre de Babel por decirlo así. Ahora bien, la técnica que permite salvar este caos es precisamente el uso de partida doble y de una correcta disposición moral tanto del contable como del comerciante. Ya muchos autores del final de la edad media mencionaban los enormes dilemas que tenían que enfrentar tanto los contables, como los comerciantes a la hora de explicar y clarificar sus actividades, pues se prestaban para muchos malentendidos e inconvenientes, que incluso podían llevar a problemas de carácter legal o personal (precisamente en ello radica el origen de las primeras regulaciones comerciales y de carácter punitivo sobre los negocios). Uno los textos más famosos de la edad media, que ahonda de una manera fresca y sin intereses moralistas las tradiciones y hábitos de la gente del común, son los cuentos de Canterbury de Geoffrey Chaucer (1343-1400). En donde en varias ocasiones se muestran algunas de las tensiones alrededor de esta contabilidad naciente y del mundo de los negocios. Allí se menciona que incluso hasta la contabilidad más honrada si era inexacta, daba lugar a muchos malentendidos, los cuales producían pérdidas y las pérdidas provocaban estallidos en cólera de algunos de los comerciantes o ya bien de otros de los socios de estas primigenias empresas. En “el cuento del marino” de Chaucer (1973) que aparece en su compilación de anécdotas de la vida medieval de los cuentos de Canterbury, se narran las peripecias de un contable con respecto al comerciante quien debía dar cuentas. Las malinterpretaciones de la información no eran desconocidas dado que los mercaderes tenían a veces serios problemas tanto para interpretar como para disponer de la información contable. “¿cuánto tiempo vas a estar contando repasando tus sumas y tus libros y tus cosas? ¡Que el diablo se lleve todos los cálculos!” (Chaucer; 1973)[3] Ya otros autores de la baja edad media como Datini, Cotrugli, Alberti, Schwartz, y posteriormente grandes figuras de la literatura como Shakespeare (en su Mercader de Venecia) y el mismo Miguel de Cervantes (quien tuvo una etapa de su vida como contable) manifiestan este tipo de dilemas entre los contables y los comerciantes. Estos conflictos de intereses estaban basados esencialmente en el desconocimiento y la aparente complejidad de los números y las técnicas de registro de los contables como suspicazmente lo relaciona Chaucer, pero también se debían a veces a la pereza, o al uso de antiguas prácticas de nemotecnia que no eran muy fiables pues intentaban retener si para números y negocios en la memoria. Las prácticas de control a las que ha origen la contaduría por partida doble si bien garantizaban cierta claridad, no garantizaban la honradez. La especulación con las cifras financieras ha estado con nosotros desde el origen de la partida doble pero es evidente que esta técnica utilizada por unos que mercaderes italianos y que poco a poco se fue expandiendo por el resto del mundo europeo permitía por medio de registros cuantitativos precisos y claros que comprendieran y controlaran la multitud de detalles de la vida económica. Y así como el renacimiento fue el origen de múltiples mecanismos de tecnologías que aún nos acompañan como la impresión y el libro moderno, el reloj mecánico, el uso de la geometría y las matemáticas en la música, en la pintura, como en la arquitectura; a su vez la contabilidad permitía medir con cierto grado de confiabilidad los negocios. A pesar de que han transcurrido más de 500 años desde la consolidación de las prácticas de la contabilidad moderna en el seno de la economía de mercado, algunos de estos mismos dilemas siguen siendo pan de cada día en las decisiones, imaginarios y en las perspectivas desde las cuales analizamos la profesión contable. Los dilemas de la práctica son esencialmente dilemas de lo ético, por ello las referencias literarias y culturales tienen ese grado de universalidad de los clásicos. Esa universalidad que permite leer entre comillas y que nos permite trascender más allá de las fronteras, la misma singularidad de las distintas lenguas, que trasciende las barreras geográficas, e incluso históricas, pero que permite construir la identidad cultural de una comunidad en particular, o de un grupo social, como es el caso de los contables. Es en la actualidad cuando vemos el surgimiento de regulaciones casuísticas como los códigos de ética de la IFAC, el surgimiento también de mecanismos punitivos de la actuación de los contables, y los escándalos financieros que involucran tanto a los administradores, socios y propietarios de grandes organizaciones, y a quienes aseguran los distintos contratos contables en medio de una lucha de fuerzas e intereses económicos muy diversos, que la salvedad de Alberti sigue teniendo vigencia a pesar de las grandes diferencias entre el mundo de la edad media y el nuestro. [1] Leon Battista Alberti, Della Famiglia (también conocido como Della amicitá). Traducción tomada de La medida de la Realidad (Crosby, A.; 1998) Ed. Crítica; Barcelona, España. [2] Pacioli, L. (1994) Summa Arithmetica Proportioni et proportionalitá. Distinctio Nona Tractatus XI De computis et scripturis (de las cuentas y la escritura) traducción, prólogo y revisión Giorgio Berni, sobre la segunda edición (1523) . Instituto Mexicano de contadores públicos, México Distrito Federal; 1994. [3] Chaucer, G. (1973) Los cuentos de Canterbury. editorial Iberia; Madrid, 1973