Medicina (Dec 1999)

La Diáspora Médica

  • Francisco Kerdel Vegas

Journal volume & issue
Vol. 21, no. 3
pp. 1 – 4

Abstract

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<p>El éxodo de médicos hacia otros países es tan viejo como el mundo, y ese flujo y reflujo de los conocimientos de un país a otro que en otros tiempos sólo se lograba con la movilización física de los facultativos, han contribuido a difundir los conocimientos y a hacer de la medicina un arte y ciencia universales. Como todo en la vida, el problema está en las magnitudes de esas migraciones, pues como en muchas otras circunstancias se trata de la “dosis” y, cuando excede un cierto número, cualquier compensación posible a esta pérdida de un recurso humano tan valioso pierde sentido.</p><p>Las cifras consultadas establecen, que para el año de 1972 se encontraban fuera de su país de origen más de 140.000 médicos, o sea un 6% de todos los médicos del mundo. Es muy probable que esa cifra se haya incrementado considerablemente. En 1974 los médicos graduados en el extranjero eran ya la quinta parte de todos los médicos de EUA.</p><p>Formarse como médico es un proceso prolongado, costoso y exigente por la dedicación y esfuerzos sostenidos que demanda por parte de quienes aspiran a ejercer esa especie de sacerdocio, y arte, combinado con ciencia y tecnología avanzadas. Se renuncia por vida a horarios fijos de trabajo, días de asueto, noches de pausado e ininterrumpido sueño. Ponemos nuestros conocimientos al servicio de la humanidad y buscamos siempre encontrar los mecanismos sociales adecuados para que se reflejen en beneficio de todos, sin la discriminación de los medios de fortuna de cada cual.</p><p>Por la cuidadosa y exigente selección a que somos sometidos para acceder a la escuela de medicina, dentro de una competitividad cada año más difícil; por la complejidad y el alto costo de esa formación; por su larga duración -superior a cualquier otra profesión liberal- y por las exigencias en tiempo y esfuerzos de esa prolongada formación profesional que obliga a atender enfermos en hospitales, a guardias diurnas y nocturnas que como hemos dicho, no reconocen fines de semana, días feriados o los horarios que rigen la vida de los demás seres humanos. El producto final, el médico, es un ser humano “marcado” por su profesión por el resto de sus días, disciplinado, adaptado a una metodología rigurosa en su trabajo, y tal vez más sensibilizado a la vastedad de los conflictos sociales, por su contacto diario con ellos, y que como es bien sabido son causa de muchos de los problemas de salud que confronta la sociedad actual y que constituyen parte importante de nuestro trabajo diario.</p><p>Por la naturaleza misma de ese trabajo, especialmente en el medio hospitalario, acosado siempre por las necesidades omnipresentes de gente humilde, pobre, abandonada a su suerte de ignorancia y miseria, el médico está en contacto diario con las injusticias económicas, culturales y sociales que acosan en nuestro medio a la gran mayoría de nuestros conciudadanos. Por lo tanto, quiéralo o no, está más permanentemente sensibilizado a esas necesidades, que otros profesionales -quienes, por la naturaleza misma de su trabajo, pueden pasar por alto y hasta olvidar (aunque sae temporalmente), esas situaciones de conocida inequidad-.</p><p>No es secreto alguno saber que una parte importante de esas enfermedades y sufrimientos derivan de las condiciones económicas de gran privación en que vive esa población, y nada es más frustante para el médico que saber que en la mayor parte de los casos la solución real a dicha problemática se escapa de sus manos. Por ello no tiene nada de extraordinario observar la vocación política de nuestra profesión en los países en vías de desarrollo de todo el mundo, muy significativa y frecuente en nuestra América Latina. Es natural el que, enterados por la naturaleza de nuestro trabajo de las injusticias sociales en que vivimos inmersos, intentemos participar activamente en las formas y maneras de resolverlas.</p>

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