Medicina (Aug 2001)

Aspectos Históricos de la deficiencia de Yodo en América

  • Mario Paredes Suárez

Journal volume & issue
Vol. 23, no. 2
pp. 124 – 134

Abstract

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<p>Con motivo de la llamada “Reunión de Quito”, organizada para valorar los avances de los Programas de Control del Bocio y Cretinismo Endémicos ejecutados en los diferentes países latinoamericanos, recibimos el libro del Profesor Hetzel en el cual el autor acuña la frase “SOS para un Billón”; allí hace un llamado a la conciencia internacional sobre el riesgo que tienen un billón de personas en el mundo de padecer deficiencia de yodo, a pesar de todas las medidas que se han hecho para solventar este problema (1).</p><p>Este aspecto llama la atención al considerar que la deficiencia de yodo en las comunidades mundiales, aun se halla en vigencia; lo más alarmante es que si bien es verdad en muchos países se ha logrado el acceso a fuentes de yodo por yodación de la sal u otros vehículos, aun existenÊ áreas en el mundo en las cuales la población no tiene esta oportunidad. Aparte de esto las consecuencias de la carencia de yodo, particularmente la deficiencia mental y el retraso del crecimiento y desarrollo, hacen de este panorama un escenario sombrío para millones de niños en el ámbito universal.</p><p>América Latina no escapa a esta realidad, pues la carencia de yodo en su población ha tenido resultados biológicos y sociales de enorme impacto, características propias de los países de poco desarrollo económico y con sistemas frágiles que lo alimentan.</p><p>Esta patología tan frecuente en América y en particular en las zonas del altiplano andino, ha sido objeto de innumerables estudios y publicaciones que han tratado de hacer una retrospectiva epidemiológica que explique las raíces y orígenes de este llamado “mal andino” y que tanto daño ha hecho a todas las comunidades de Latinoamérica.</p><p>Se tiene conocimiento de un documento chino que data de cerca de 3000 años A.C. que contiene, posiblemente la primera descripción de la presencia del bocio. Así mismo el papiro de Ebers del antiguo Egipto, originario de hace 1500 años A. C., habla de las primeras operaciones de bocio y de la administración de sal yodada como una adecuada estrategia de profilaxis.</p><p>La presencia de algunos aspectos de la deficiencia crónica de yodo en América, particularmente del bocio, se ha hecho evidente a través de los estudios e investigaciones de un gran numero de autores. Luis A. León en 1959 (2), en su magnifica publicación “Folklore e Historia del Bocio Endémico en la República del Ecuador”, expresa: “… En la literatura medica y social del país durante la dominación española, no se encuentra mayor información acerca de la endemia bociógena; sólo en las postrimerías de dicho periodo se comienza a hablar del coto como entidad nosológica que existe en nuestra patología…”. Por otro lado en sus varias publicaciones, Greenwald (3, 4, 5, 6, 7, 8), manifiesta que el bocio no existió en América antes de la llegada de los españoles, y que se hace presente a partir del siglo XVIII. Otros autores como McClendon, tienen una similar opinión al respecto.</p><p>Es interesante anotar la observación de que muchos investigadores como Cieza de León (9), Jorge Juan de Santasilla (10) y Antonio de Ulloa (11), La Condamine (12), el Padre Juan de Velasco (13) y Eugenio Espejo (14) no mencionen, en su extensa producción, esta entidad nosológica.</p><p>Pero ya León en Ecuador, Lastres en Perú (15, 16) y posteriormente Rodrigo Fierro (17) enfatizan la palabra coto, sobre la base de toponimias quichuas, como manifestación de la presencia de esta enfermedad; el último autor tiene la opinión de que el bocio, si bien existió en el pre-incario, no tuvo caracteres endémicos sino a partir de la época hispánica en América.</p><p>Sin embargo se considera que la frecuencia del bocio en las poblaciones indígenas de varios países latinoamericanos se ha evidenciado por la presencia y permanencia del término “cotto” o “coto”, para denominar por toponimia al abultamiento de la glándula tiroides. Ya en 1907, Carlos R. Tobar, y en 1933 Alejandro Mateus, analizaron este vocablo en sus excelentes revisiones de lexicografía.</p><p>Así mismo, Cordero Palacio (18), uno de los últimos lexicógrafos nacionales, da una particular definición de la palabra coto e incluye en su descripción algunos versos de Luis Cordero, en relación con la representación popular de este vocablo...</p>

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