Medicina (Jun 1992)

El Aleijadinho (1730 – 1814)

  • Darío Maldonado Romero

Journal volume & issue
Vol. 14, no. 2
pp. 43 – 48

Abstract

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<p>En Colombia no faltan historias de la enfermedad que torturó al Aleijadinho, cuya duración larguísima, origen incierto, importancia individual y colectiva y tratamiento infructuoso hasta reciente data, tiene aspectos sicológicos fragmentariamente mencionados, aunque impresionantes y, a veces, premonitorios. En el Brasil tuve la oportunidad de conocer las estatuas del Escultor Enfermo Antonio Francisco Lisboa que en su octogenaria vida se destacó como tallista, político, partidario de la Independencia Nacional, amigo de la magia y benefactor de sus congéneres mulatos, durante el florecimiento de la explotación del oro y la trata de esclavos en la época más brillante de Minas Ceraes.</p><p><strong>Niñez y adolescencia</strong><br />Hijo de una negra bellísima de quien sólo se conoce el nombre Isabel y de un famoso escultor portugués Manuel Lisboa, fue criado en la casa de un tío e iniciado en religión, música y latín por el párroco Fray Felipe de quien fue acólito, demostrando excepcionales capacidades intelectuales y artísticas; como era cabezón y contrahecho (mongólico) no servía para alférez ni soldado pero el papá lo dejaba entretenerse en su taller con piedras y maderas; Fray Felipe lo adiestraba en el diseño y el tío en ornamentación de iglesias y otras construcciones.</p><p>El papá lo llevó a su casamiento y en la fiesta dijo duro para que todos lo oyeran: ¡Hijo mío Dios te bendiga! dejándolo así reconocido. El primo Felicio de 11 años, conocía todos los suburbios y gentuzas del pueblo y en una excursión en busca de negras por tierras encenagadas fueron precipitados por un alud a una laguna, Antonio no pudo defenderse y quedó inconsciente y con grandes lastimaduras.</p><p>Al recuperarse Fray Felipe le llevó un cuadro de la Cena de Leonardo da Vinci para que se entretuviera diseñando y le dijo: “Fíjese, casi todos hablan, pero son las manos las que dicen lo principal; Jesús, los apóstoles y el traidor usan las manos para hablar y éstas parecen diferentes.”</p><p>“El gran artista que pintó La Cena en la pared del refectorio de un convento de Milán dejaba correr la vida de sus pinceles; en ese cuadro, fíjate bien, casi todos hablan pero las manos son más expresivas cuando hay cosas importantes que decir; trataba se de saber quién se atrevería a vender al Maestro; ¿me estás acompañando? Es la Santa Cena, ¿la viste bien?” Explicó el fraile. Antonio confirmó moviendo la cabeza y dijo: ¿Me la prestais? Oyéronle la voz después de dos semanas! El fraile había curado al mulato. Por la noche el papá le corregía los diseños y una vez le preguntó qué era lo más bonito que había visto y al responderle que un santo echando candela por las manos, le explicó que eran los estigmas de San Francisco y que le hiciera de ellos un buen diseño. Desde entonces para Antonio las manos fueron su obsesión.</p><p>Manuella estimulaba para compartir su oficio y lo llevaba a comer en las tabernas, visitar amigos, atender convites a bailes y serenatas. Para festejar la asignación de un contrato Manuella llevó a su casa, vistió la mejor ropa y se entregó a la prestidigitación arrojando monedas de oro al amplio regazo de María, su esposa, que no sabía ser alegre ni entendió el juego. Manuel atrapó una moneda de oro que caía, lanzó un improperio y se fue con Antonio a beber en otras partes. Bien bebido y estimulado por canciones eróticas dijo a Antonio: he hecho obras pero no he sido sino rematador; quiero que seas más que tallador y contratista, olvídate de la oficina y quédate con Xavier de Brito que tiene mucho que enseñarte.</p><p>A la mañana siguiente entró Fray Felipe con el maestro de Brito traído para las tallas del altar mayor y le había informado que Antonio trataba de ser un buen tallista; lo invitó a su casa, hablaron largamente, le dio elementos para un diseño y se fue a beber vino; al volver miró el diseño y le dijo: No sabes eso y tengo que enseñártelo; lo tomó de ayudante y trabajaron varios años. La última semana de su vida le dejó con el párroco un rollo bien protegido y con dedicatoria: el diseño de San Francisco que a primera vista le pareció detestable!...</p>

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