Revista Chuy (Jul 2024)

Verónica Romano

  • Laura Isola

Journal volume & issue
Vol. 11, no. 16

Abstract

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“Yo persigo una forma”, el poema de Rubén Darío (Prosas profanas y otros poemas, 1896) comienza con esa decisión de ir tras la “forma que no encuentra mi estilo”. Los versos que siguen dan cuenta de lo que ese libro, y sobre todo, esa poesía refiere al momento de su carrera. La crítica coincide que el paso por París y por Buenos Aires, la demostración de las técnicas poéticas, su modernidad, el conocimiento de nuevas corrientes literarias, adaptadas a la práctica en Hispanoamérica, ponen al poeta nicaragüense discutiendo un liderazgo en este sentido. En todo caso, es casi de falsa modestia, ya que ese “estilo” está bastante conformado. O bien es una busca eterna sin sosiego a la que va acechando a lo largo de su obra poética. “Y no hallo sino la palabra que huye,/la iniciación melódica que de la flauta fluye/y la barca del sueño que en el espacio boga” es el terceto que no hace más que confirmar esta levedad, fluctuación, huida, seguimiento y acechanza de lo lábil del verso, la liviandad que se hace carne en el estilo. Para el final de este soneto pone a jugar el relato infantil, el sueño como materia difícil de asir (“y bajo la ventana de mi Bella-Durmiente,) el agua que se escurre y no deja huella (“el sollozo continuo del chorro de la fuente”) y la aparición del cisne como figura central, como símbolo y enigma que se repetirá en una idea pregnante, recurrente y mágica: “y el cuello del gran cisne blanco que me interroga”. Salidas de estos versos están las esculturas de Verónica Romano, esta escultora argentina que nació en Buenos Aires en 1969. DOI: 10.5281/zenodo.12967448

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