Revista Boletín Redipe (Apr 2024)

Del Sentir y Pensar al Comprender y Edificar

  • Julio César Arboleda

DOI
https://doi.org/10.36260/rbr.v13i4.2120
Journal volume & issue
Vol. 13, no. 4

Abstract

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Hay evidencias científicas de que la compasión se puede entrenar a través de la meditación. El cerebro es un órgano maleable. Y si vamos a un gimnasio para entrenar nuestro cuerpo, ¿por qué no habríamos de entrenar también nuestro espíritu? Bregman , Rutger. Todos estamos dentro del pluriverso, entendido como mundo de mundos, una serie de entramados siempre cambiantes de humanos y no humanos, los cuales resultan del movimiento incesante de las fuerzas y los procesos vitales de la Tierra. (…) Ningún ser viviente existe de modo independiente en la tierra. (…) El punto es que uno de estos mundos se ha atribuido el derecho de ser “el mundo” e intenta eliminar o reducir a sus términos la riqueza de los diferentes mundos que componen la vida socionatural. Arturo Escobar Sentipensar, expresión popular, ancestral, pone de manifiesto nuestro vínculo entrañable con la naturaleza, una forma de apreciar y asumir la existencia y la vida como complejo entremezclado de humanos y no humanos; una estética de vida por la cual los humanos crecemos en tanto pensamos con la mente y el corazón, sentipensamos la existencia, la tierra, la vida, lo que nos une y hace parte de esta. La conciencia sentipensante representa una tarea inaplazable por parte de las instituciones sociales, ahí la educación, sobre todo si esta promueve que tal potencial madure como conciencia comprensivo edificante en virtud de la cual las comprensiones se usen con sentido de vida, nos conecten con nuestro ser, permitan que aflore en nosotros “la profunda inclinación del hombre hacia el bien”[1]. Sentipensar es un paso necesario para la comprensión edificante, como lo es la empatía respecto a la compasión: este último sentimiento no solo nos conecta con el otro (humano) o lo otro (no humano), sino que además nos mueve a su acogimiento, a su atención y cuidado. Fortalecer el matrimonio pensamiento y sentimiento como funciones interconectadas e interdependientes constituye un proceso edificante, sustantivo para potenciar vida, un detonante de presencialidad, es decir de conciencia actuante de vida, que hace posible sentir-se y saber-se habitando el aquí y ahora. Entre más se soslaye el valor y desarrollo individual y relacional de aquellas, de la formación de pensamientos múltiples (lógico, creativo, innovador, de diseño, comprensivo, entre otros), así como la promocion de sentimientos, valores y actitudes que engrandecen la existencia, la educación se descentra de la vida, de su ser, de sus funciones primadas, de su sentido sacro. La función de educar se asume al favorecer el desarrollo de conciencia plena, cognitiva, comprensiva, meditativa, contemplativa, corporal y demás, y de procesos que articulen equipajes racionales y no racionales, cognitivos y afectivos. De ahí la importancia del desarrollo y conexión entre pensamiento y sentimiento, de vivir el acontencimiento de sentir pensando y pensar sintiendo. Pues hay situaciones de la vida en las que pensar no es suficiente, y en las que tampoco podemos entregarnos al impulso de los sentimientos y las emociones; eventos en los cuales debe operar el sentipensar. Asi mismo, hay otros en los cuales es más enriquecedor solo contemplar, meditar y observar. En todo caso, abandonarnos al pensamiento ensimismado tendrá consecuencias como coexistentes, tanto como el predominio de las emociones y los sentimientos. Conducirse a sí mismo pasa por la disposición y capacidad para conectar pensamiento y sentimiento, y por ganar experiencia en el control o permisión de estas funciones psíquicas. Una actitud tal amplía las comprensiones y permite evolucionar desde las comprensiones más simples como la cognición a las más complejas como la crítica, intersubjetiva y edificante, y desde la soberanía o dominio de sí y para sí, a la soberanía vinculante, ótrica, empática y compasiva con el otro y lo otro, con la vida integrada. Según lo hemos expresado en otros espacios, el pensamiento representa un potencial mental por el cual elaboramos representaciones, operaciones y estrategias para proceder de mejor modo en las actividades y situaciones que plantea la existencia y la vida. Es preciso desarrollar pensamiento plural: creativo, lateral, lógico, investigativo, lingüístico, matemático, entre otros. Igualmente la inteligencia, potencial que, según el impulso que hagamos del mismo, nos permite asumir un evento con mayor rapidez, habilidad y precisión; es deseable, del mismo modo, desarrollar inteligencias múltiples. En este tópico, alguien puede ser muy inteligente pero poseer bajo potencial de pensamiento, y recíprocamente. Trenzadas, tales funciones mentales constituyen un complejo poderoso para la vida personal, social y planetaria; por ejemplo, las matemáticas pueden ser más útiles o poderosas cuando se desarrolla inteligencia matemática con pensamiento plural, no sólo lógico. Así mismo, cuando el pensamiento constituye el motor de la inteligencia lingüística o de otra naturaleza. En cuanlquier caso la sentipensancia es siempre riqueza, al menos personal, aún si un proceso asumido en la cotidianidad nos resulta insuficiente o abortivo; ahí no debe poder haber derrota ni fracaso ni frustración, pues la experiencia sentipensante, que incluye vivir de ese modo el paso a paso, es ya una manifestación de presencialidad. Por su parte, el sentimiento representa un estado (de tristeza, alegría, dolor, angustia y demás) o afectación que se puede producir al experimentar una emoción. Como se sabe, las emociones son reacciones físicas o psíquicas frente a un estímulo que nos puede marcar, por ejemplo vivir sentimientos de tristeza o derrota por una pérdida: estos se pueden morigerar en parte por intervención del pensamiento y la inteligencia. Sentir o percibir algo por los sentidos constituye una experiencia elevada si se procesa cognitivamente, mejor usando el pensamiento, en particular un pensamiento comprensivo; igual si se desarrolla la sensibilidad social, acompañando el sentimiento de pensamiento, comprensión y acción para enfrentar el dolor que nos causa la agresión a la vida, la exclusión, el egoísmo, el maltrato, las desigualdades e injusticias. Interrelacionar funciones psíquicas racionales y no racionales se podría traducir en mejores oportunidades para vivir y cultivar vida. La consciencia y actitud sentipensante son potenciales evolutivos, que nos mueven a tejer vida. Sin estos seguimos a merced de la exclusión multidimensional, es decir del dominio del ego, y hacemos de las dotaciones afectivas, actitudinales e intelectuales (ahí la comprensión, la innovación, la creatividad, entre otros), un tributo más para intereses particulares que comunes o de la vida entrelazada. Tales fuerzas despertarían al lobo bueno que los seres humanos podríamos llevar por dentro, lo mejor en lugar de lo peor o destejedor de vida de cada uno. Pueden traducirse en sensibilidad social y planetaria: una intelectualidad sentiente no parece forjarse por fuera del matrimonio sentipensante, por fuera del uso interrelacionado de pensamiento -- entre otros, analítico, crítico, de diseño y creativo --, y disposiciones y sentimientos. No es igual la innovación sentipensante que aquella sustentada en el pensamiento o en el mero deseo de innovar; la innovación para el consumo riñe con la innovación para la vida, pues esta última precisa de sensibilidad planetaria, de sentipensamiento, de presencialidad, de fortalezas donde el pensamiento involucra el sentimiento y la emoción, y recíprocamente. El sentipensar potencia procesos relevantes en la existencia como la conciencia comprensiva, en particular las comprensiones cognitiva, intersubjetiva, crítica y edificante. El fenómeno comprensivo precisa de procesos intelectuales en torno al suceso o asunto que se aborde, tanto como de comprensiones previas y motivación intrínseca, sentir el deseo de conocer y procesar el conocimiento o evento a esclarecer, así como de escenarios para el uso de estas adquisiciones. La fuerza comprensiva, en cualquier forma o modo de comprensión, está asociada a la sinapsis sentipensante. Podría decirse que el grado de comprensión es directamente proporcional al grado de sentipensancia: la comprensión enactuante de estilos edificantes de vida precisa de un sentipensamiento que provoque actuaciones tejedoras de existencia compartida. Veamos. La comprensión cognitiva, entendida como el plexo de fortalezas racionales y no racionales para esclarecer un enunciado, concepto o fenómeno, supone la intervención de operaciones mentales del tipo razonamiento, análisis, síntesis y demás, y de habilidades de inteligencia para acompañar estas, tanto como otras de orden afectivo, ahí las emociones, los sentimientos y las disposiciones. Sentir, deconstruir y contextualizar, vivir experiencias de apropiación, generación, aplicación y uso, son procesos inherentes a la comprensión. Nadie comprende algo si no lo procesa cognitiva y afectivamente, si no refina luces comprensivas en la experiencia, sino involucra, mejor, conjuga funciones racionales y no racionales como pensar, sentir y actuar. Así, comprender un texto pasa por el uso de operaciones y estrategias cognitivas y discursivas, de coherencia y cohesión que convocan al pensamiento, la inteligencia, la afectividad, la acción o experiencia de uso, aplicación y refinamiento de comprensiones alcanzadas. Porque toda comprensión enactúa, según se manifiesta más adelante. La comprensión intersubjetiva es más que un fenómeno intelectual, no es posible sin el pensamiento y el sentimiento o impulso visceral que nos mueve a edificar, a cuidar del otro, del mundo humano. Para cultivar al otro y cultivar vida no basta con pensar y querer hacerlo bien, hay que sentir al otro como parte de la vida, y dejarse llevar por sentimientos edificantes, por el deseo de acoger, de asumir al otro como coexistente decoroso, necesitado de mi; es la ley de la existencia integrada, pues en la evolución todos nos necesitamos, de modo que centrarse en el beneficio personal es un modo de roer y destejer vida. El comprendedor crítico es igualmente sentipensante. Piensa sintiendo, siente pensando, cuida del otro como contradictor válido, mejor digno; respeta la (multi)ontología (formas particulares de ser y hacer), intereses, razones, valores y singularidades del otro, del contrario; hace de la crítica un dispositivo evolutivo, edificante, donde son tan importantes las operaciones de pensamiento lógico como los sentimientos, actitudes y valores, tanto los conocimientos cuanto su contextualizacion y uso edificante, proyector de luces, generador de nuevos caminos, de buenos vivires. Es deseable que el crítico evolucione comprensivamente, gane la categoría de comprendedor edificante. El comprendedor que edifica (el sujeto crítico que evoluciona) conecta pensamientos y sentimientos, inteligencia y emoción, poniendo sus potenciales al servicio del otro y de lo otro, del mundo humano y no humano. El sentipensante que edifica se expresa regularmente a través de la crítica, de la comprensión, y en las distintas formas como se relaciona con la sociedad y la naturaleza. Sentir y pensar pueden devenir como fortalezas comprensivo edificantes. He ahí un reto mayúsculo de la educación. Como se puede observar, el sentir-pensar es una dotación que arroja mayores luces a nuestra presencia en la existencia, hace más dinámica nuestra participacion en y por la vida. En materia educativa favorece no solo las disposiciones y los aprendizajes de conocimiento, sino el desarrollo de conciencia plena, ahí la conciencia comprensiva, ante todo los desempeños de comprensión por los cuales esta enactúa, se corporiza, pone en acto, en situación las adquisiones comprensivas, sean estas de orden cognitivo, crítico, intersubjetivo o edificante. La comprensión es un fenómeno enactivo, que se profundiza a media que se complejizan los desempeños cognitivos, afectivos, actitudinales y operativos que la misma precisa. Estos últimos afirman la relación inmediata entre comprensión y enacción. La comprensión enactúa, pone en contexto y en acto el asunto comprensivo, requiere la actividad y experiencia del comprendedor, la activación de sus apropiaciones cognitivas, y es en este uso situado de lo esclarecido donde gana diáfana lucidez el acto comprensivo, donde se amplían los significados y sentidos que confiere la comprensión. Si se trata de un concepto como educar, éste se comprende educando, asumiendo tal función, o sabiéndose educado. Se comprende la amistad siendo amigo de sí mismo, del otro y de lo otro. No se comprende algo al margen de la operatividad, encapsulado en la cognición o el pensamiento, aislado en un conocimiento, saber o fenómeno descontextualizados. Comprender es un proceso cognitivo y experiencial, sentiente y vivencial. Es un proceso inacabado, una tensión entre cognición y experiencia, de contextualización y vivenciación de las ganancias concienciales. La comprensión del otro es de la musculatura de las acciones del comprendedor a favor del otro: su disposición y generosidad para reconocer, abrirse, atender al otro, al distinto, al semejante. La comprensión intersubjetiva no es solo un proceso cognitivo sino sobre todo social, eminentemente operativo: no se trata solo de entender al otro, de reconocer su diferencia y singularidad: es sobre todo disponerse a convivir con el otro, respetándolo, tomando su mano para caminar juntos. No se comprende la vida anquilosados en la comprensión cognitiva e inclusive intersubjetiva: la comprensión es un acontecimiento, y puede representar un suceso edificante. Para ello no es suficiente comprender un concepto o asunto ampliando el esclarecimiento del mismo mediante la reflexión, operaciones y estrategias cognitivas y de pensamiento, y a través de acciones de contextualizacion y uso de estas; tampoco basta con comprender al otro, participar en su inclusión, acogerlo, cuidar de él y de sí; la evolución de la vida entrelazada precisa también la comprensión (léase, reconocimiento, cuidado y cultivo) de lo otro, tanto de lo humano (del otro) como de lo no humano (lo otro), de aquello que junto con el ser humano constituye la vida, configura el vínculo inscindible, la interconexión e interdependencia (de coexistentes) en la vida, en el complejo vital[2]. Para que la comprensión obre vida, sea edificante, enactúe mundos para mejores vivires con el otro y lo otro, son condiciones las comprensiones previas que nos dona la historia, la apropiación cognitivo- conceptual o comprensión cognitiva, la auto-comprensión y la disposición para actuar en coherencia con estas comprensiones. La comprensión de la vida en su conjunto ha de ser el sentido de toda comprensión, tanto cognitiva como intersubjetiva. Para ello la comprensión cognitiva ha de avanzar hacia comprensión humana y de mundo interconectado, es decir ha de evolucionar como comprensión edificante. En esta dirección la tarea de la escuela representa hoy un acto fallido en tanto se embebe en enseñanzas y aprendizajes descuidando la función de educar, de intervenir en la formación de consciencia de vida integrada o biofísica, de vida personal, social, planetaria, de pluriverso o mundo donde quepan muchos mundos. Es necesario que esta asuma su ser, genere escenarios para tejer vida, por ejemplo a través de los “partos pedagógicos”[3] por los cuales docente y discente (re)nazcan como educador y educando. Desarrollar procesos para crecer en consciencia comprensiva, compasiva, ética, es un modo de parto edificante, supone ir más allá de la apropiación intelectual y afectiva, así como de la comprensión intersubjetiva. Es necesario promover en la escuela el desarrollo de conciencia comprensiva que enaccione en clave edificante, que haga del comprendedor un ciudadano de la vida, que sentipiensa y obra vida con sus comprensiones; que pone en función de la vida humana y no humana sus dotaciones, que usa edificadoramente en su existencia sus logros comprensivos asociados a saberes culturales, sea biología, tecnología, matemáticas, lenguaje, entre otros, y en general sus adquisiciones en la experiencia de vida. Por esta vía docente y discente serían protagonistas evolutivos, tejedores de vida personal, social y cósmica, que transiten como seres para la vida, genuinos educador y educando. Para enactuar ('to enact') la comprensión en cualquiera de sus formas o grados, esta ha de significar (ha de ser) apertura, desensimismamiento, ir más allá del saber, de la cognición o apropiación intelectual de un asunto; ha de poner las apropiaciones en contexto. La comprensión intersubjetiva es obra humana, no es solo un reconocimiento intelectual, también es fáctico, involucra acciones por la vida humana, cuidar del otro; así mismo la comprensión de lo otro, de lo no humano requiere acciones de cultivo por las cuales la estatura de lo humano se alcance mediante acciones de juntanza, por la humanidad y la vida. La comprensión edificante sería uno de los mayores logros por alcanzar en toda apuesta comprensiva, mejor aún, en la tarea de educar: que el proceso comprensivo enactúe mundos de vida, involucre al comprendedor como ser sentipensante, con conciencia sentiente y actuante, por y para la vida sagrada, actor protagonista de la transición civilizatoria que camine con, y no ha expensas del otro, de lo otro, de la vida entrelazada. Una apuesta para hacer de la existencia un arte, el arte de vivir y convivir en el complexo interrealacionado de humanos y no humanos. Para cumplir su función sustantiva la educación ha de ser senti-pensante, ha de cultivar equipajes para meditar y sentipensar; y en lo posible, comprensivo-edificante, ha de potenciar fortalezas para dilucidar y proyectar luces a la existencia y la vida. Sentipensando los saberes y conocimientos decantados en los universos, territorios, cosmovisiones, filosofías y multiculturas que pueblan la vida pluriversa, la educación reorientará su dirección para aportar a la evolución humana y cósmica. De ahí el llamado de Arturo Escobar para que la lectora o el lector sentipiense con los territorios, culturas y conocimientos de sus pueblos —con sus ontologías—, más que con los conocimientos des-contextualizados que subyacen a las nociones de “desarrollo”, “crecimiento” y, hasta, “economía”[4]. Una educación otra, sentipensante, si se prefiere comprensivo edificante se hace más urgente hoy día en que agudizan las crisis interrelacionadas del clima, la alimentación, la energía y la pobreza, desatadas por la incomprensión humana, por el dominio de un modelo civilizatorio, único, de mundo que desconoce y pretende agregar otros mundos, otros universos, otras formas de ser, existir y vivir, el modelo extractivista y consumista, de la insensatez, la ambición, del interés particular sobre el común. Una educación en la que prime la formación de consciencia plena, que nos permita sentipensar, comprender, sentir y cuidar la vida, transitar hacia otro modelo civilizatorio, ser artífices y actores protagonistas de un diseño ontológico pluriversal orientado a “propiciar las condiciones tecnológicas, sociales y ecológicas en las que múltiples mundos y conocimientos, incluyendo humanos y no humanos, puedan florecer en formas mutuamente enriquecedoras”[5]. Una educación para un pensamiento comprensivo edificante se hace perentoria en tiempos en que la inteligencia humana se vale del pensamiento de diseño, entre otros, para producir inteligencia artificial, artefactos que si no se producen, usan y reciben con mentalidad, sentimiento y actitud sentipensante, contribuirán al deterioro inexorable de la vida personal, social y cósmica. Generar, aplicar y usar inteligencia artifical sin sentipensamiento, sin la conducción de un pensamiento que obre vida como puede ser el potencial comprensivo edificante, es propio de una sociedad con minoría de edad cósmica, que no cuida la casa planetaria. Se trata de proyectar escenarios para la reorientación y transición que permitan pasar de una educación para el Mismo, el ego, para el mercado y los intereses particulares, a una educación corazonante, que promueva el uso conectado de razón y corazón, de pensamiento y sentimiento, una educación para el Otro y lo Otro, para el cuidado de lo humano y lo no humano. Para sentipensar, comprender y cuidar la vida integrada. Para habitar, con presencialidad edificante, la casa común. Julio César Arboleda[6] [email protected] [1] Bregman, R. (2021). Dignos de ser humanos: una nueva perspectiva histórica de la humanidad. Anagrama, Barcelona, pag 445. [2] Respecto al carácter actuante de la comprensión, parece ser más radical Arendt, A. (2002), Comprensión y política: las dificultades de la comprensión. Revista de filosofía, No 26, pags 17-30. Allí afirma que para comprender el totalitarismo se requiere enfrentarlo: “no podemos aplazar nuestra lucha contra el totalitarismo hasta que lo hayamos “entendido”, porque no lo haremos, y no podemos esperar comprenderlo definitivamente, hasta que este no haya sido vencido”. Antagonizar el totalitarismo pasaría por corporizar en la experiencia tales comprensiones, por acompañar con acciones concretas su apropiación conceptual, que incluye reconocer sus orígenes y estructuras, así como los escenarios por los cuales este transita, ahí la educación y los medios de comunicación, tecnologías por las cuales este asume el adoctrinamiento como estrategia de lucha contra la comprensión. [3] Desde la pedagogía de la comprensión edificadora esta imagen alude a la generación de espacios en los cuales devengan educador y educando. Un educador emerge en el momento en que asume éticamente su labor, en particular cuando se entrega a la tarea de acoger al educando, de promover el desarrollo de conciencia; y el educando, en tanto se sabe acogido y proyecta luces (de conciencia) a sus labores, a su existencia. [4] Escobar, A. (2016). Sentipensar con la tierra. Nuevas lecturas sobre desarrollo, territorio y diferencia/ Arturo Escobar --Medellín: Ediciones UNAULA, 2014 184 p. (Colección Pensamiento vivo). [5] Escobar, A. Op cit,pag 139. [6] Julio César Arboleda, Director Red Iberoamericana de Pedagogía, [email protected] https://orcid.org/0000-0002-1572-5384 Profesor investigador de la Universidad de San Buenaventura. Grupos de Investigación: 1) “Pedagogía, formación y conciencia” (PFC), Universidad Autónoma de Madrid; 2) Redipe: Epistemología, pedagogía y filosofía; 3) Educación y desarrollo humano, USB.

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